viernes, 4 de noviembre de 2011

yo, juego



           La escena me era familiar: invitados, mamá vestida de rojo, papá, la torta decorada con frutillas que, por cierto, siempre detesté. Y ahí estaba. La vi jugueteando con sus patas delanteras. Observé ese movimiento en particular, ella se preparaba tenazmente para algo, desenrolló lo que creí era su lengua y comenzó a succionar. Sentí náuseas. Mis piernas actuaron al instante, huí y me encerré en el cuarto, lejos de la torta, de las velas, de las frutillas ablandadas por el calor y de la mosca libando, quién sabe qué jugos secretos. Por la ventana pude ver a mamá sollozar, supongo que de vergüenza, mientras papá gesticulaba como pidiendo disculpas. Demasiada luz.
Corrí las cortinas y me arrodillé a buscar los fósforos que guardaba entre los colchones. Metí la mano en el bolsillo de mi vestido para agregar uno más a mi colección. Sentí pasos en la escalera. Eran varios, como tambores anunciando el inicio de mi ritual. Saqué el primer fósforo y lo enganché, como siempre, en el borde del espejo. Saqué otro y lo puse al lado del primero. El tercero al lado del segundo, el cuarto al lado del tercero. ¿Los tambores? Sonaban ahora en la puerta de mi habitación. El quinto al lado del cuarto. Ya estaban adentro. El sexto al lado del quinto. La imagen de papá reflejada tomó el séptimo fósforo. Creí que él también participaba de la ceremonia. Tan simple. Era cuestión de ponerlo al lado del último. Sin embargo lo frotó contra el marco del espejo y encendió el resto de mi colección. Lo rojo se volvió negro en un segundo.
No. No comprenden. Mis cuerdas vocales no quieren dar razones. Mi lengua, mis labios, mi boca entera prefiere la quietud. Amo mi interior porque me anuncia que estoy viva. Ellos insisten con esa imagen mía. Cruzo las piernas en forma de Buda, comienzo a mecerme y mis labios tararean una canción de cuna tal vez. Mis oídos escuchan siempre una voz en off cantando esa melodía. Afuera, lo de siempre: mamá se tomó la cabeza, entristeció y me abrazó. Papá se fue de la casa dando un portazo.
Celina Aste